Ver a un grupo de chicos revolviendo la basura fue el puntapié para que Julio empezara una nueva manera de vivir. Es profesor de Historia y creó el proyecto «Caminos de Tiza», que lleva a los rincones del país donde se lo necesita. El grupo lo conforman él y Yanina. ¿Qué hacen? Juntos llegan a lugares donde nadie nunca antes fue dando clases itinerantes.
Julio Pereyra tiene 35 años. Abandonó su Uruguay natal siguiendo un amor que no funcionó. Y se reinventó. Hace 12 años que da clases y siete que llegó a la Argentina. Desde hace seis, viaja por todo el país para enseñar. «No cambio esto por nada», dijo en diálogo con TN y La Gente.
Con su guardapolvo blanco, y ahora con barbijo, da clases en comunidades de la provincia de Misiones. Ahí, donde no hay escuelas. Donde las ventanas de madera se transforman en pizarrones y donde los chicos, además de las clases, esperan la comida. Para Julio ese es su mundo. El dar y enseñar son sus premisas. «Educamos convencidos de que cada tiza que gastamos es una bala que no se dispara, y que cada escuela que fundamos una cárcel que no se construye», es uno de los mensajes que se lee en la página web de su iniciativa, una iniciativa «gasolera», empujada por las ganas.
«Caminos de Tiza» es una escuela itinerante que ya estuvo en Corrientes, Chaco, Santiago del Estero, Río Negro y ahora Misiones. El trabajo es ad honorem, porque la mayor recompensa para Julio es que cada chico aprenda a leer, sumar, restar, y ayudarlos en su crecimiento. Él está presente en todo ese proceso, donde también prepara a los padres para cuando tenga que viajar hacia otra comunidad.
Gracias a las donaciones prepara los «kits escolares» que les entrega a sus alumnos. Recorre kilómetros a pie o haciendo dedo en las rutas para llegar a aquel paraje donde hay chicos con ganas de aprender. Siempre hay una familia que lo invita a comer y así son los días de este profesor de Historia y su compañera.
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