Espectáculos

Darío Barassi, ‘ATR’ ante el gran debut de 100 argentinos dicen: «Le tengo mucha fe porque estoy bardero»

Por tradición familiar y capacidad personal, Dario Barassi (36) tenía «todo servido» para ser un abogado exitoso, y por un tiempo de hecho lo fue.

 

Nació en San Juan en el seno de una familia ilustre y conservadora en la que su bisabuelo fue intendente y sus abuelos llegaron a ser dueños de las bodegas Hagmann y Graffigna, hasta que las vendieron a capitales franceses. Y, además es sobrino nieto de Alfonsina Storni.

Con toda esa historia en sus espaldas, a los 18 años Barassi vino a Buenos Aires a estudiar Derecho y se recibió con diploma de honor de la UBA, con un impactante promedio de 9.39 para matricularse como abogado económico administrativo. “Trabajé en la editorial especializada en Derecho Lexis Nexis y además en el Ministerio de Economía de la Ciudad de Buenos Aires. Pero nunca pensé que la iba a pegar tanto como artista, mi idea original era hacer teatro off lunes y martes, y dedicarme de lleno a la abogacía”, reveló Darío en una charla íntima con Ciudad antes de debutar con 100 argentinos dicen, de lunes a viernes a las 16 por eltrece.

“Desde chico supe que lo mío pasaba por el teatro, porque mientras todos los chicos estudiaban idiomas o hacían deportes, yo tomaba clases de actuación. Desde niño fue siempre raro y muy ñoño. Mi vieja siempre me bancó en mi vocación de teatro, pero me insistió en que terminara la carrera, que aparte no me costó nada porque siempre tuve buena memoria y facilidad de lectura. Así que me recibí a los 24 años”.

«ES UN PROGRAMA QUE CONOZCO MUCHO, SIEMPRE ME GUSTÓ, ES UN FORMATO INTERNACIONAL PROBADO Y DIVERTIDO. LO MIRABA CUANDO LO CONDUCÍA MONCHI BALESTRA».

Sin embargo, el histriónico muchacho tuvo un giro inesperado en su vida cuando en 2008 arrancó como notero de AM, y tras renunciar a sus otros trabajos para vivir su sueño de triunfar como actor, ese camino de largo trayecto lo llevó a ser el conductor de un programa que miraba de joven sin imaginar jamás que estaría del otro lado de la pantalla: «Es un programa que conozco mucho, siempre me gustó, es un formato internacional probado y divertido. Lo miraba cuando lo conducía Monchi Balestra (2005) también por eltrece y además vi las versiones de Estados Unidos y otros países. Lo que tiene de divertido es que la gente no va a tener miedo de hacer el ridículo porque no se trata de responder preguntas en base al conocimiento de cultura general, sino tratar de acertar en lo que dijeron el centenar de personas que encuestamos. Si la consigna es cuál es el gusto del helado más pedido tienen que pensar qué diría la mayoría, no saber la estadística precisa”.

-¿Es tu debut como conductor?

-Se podría decir que sí. En mis comienzos hice Rico y abundante (2012) primero en Utilísima y después en Fox Life, pero ahí era más que nada un presentador. Ahora me gusta esto porque puedo desenvolverme más, jugar con la gente.

-¿Tuviste que pensar mucho antes de aceptar por la cuestión de la pandemia y de que sos padre de una nena de un año?

-La realidad es que tuve que audicionar para quedar en la conducción, y me gustó. La realidad es que después de cinco meses sin trabajar ya necesitaba hacer algo. No solo por lo económico, sino porque no me quería achanchar, no quería perder el timming, la creatividad. Yo soy una persona que está todo el tiempo maquinando y necesitaba porque además el teatro está parado sin perspectivas claras respecto a la reapertura. Y como el entretenimiento en televisión está considerado esencial y es legal, lo hablé con mi mujer y los dos llegamos a la conclusión de que era lo mejor. Lo único que le pedí a la producción era que se extremen las medidas sanitarias, pero ni hizo falta. Yo estoy solo en mi camarín, con mi barbijo y todas las precauciones, y cuando voy al estudio estoy a dos metros de los participantes, y entre ellos están separados por vidrios. Cuando llego a mi casa, me desnudo en el palier, meto toda la ropa para lavar y me voy directo a bañar.

-¿Cómo te sentiste en los ensayos?

-Súper cómodo, estoy muy entusiasmado y le tengo mucha fe porque además estoy re bardero, divertido, la vamos a pasar bien. Por ahora hicimos unos programas de prueba y salieron bien. La idea de todas formas es que salga en vivo, que la gente se entretenga y que además gane plata porque hay 250.000 pesos de premio. La producción está a cargo de BoxFish, con Diego Guebel a la cabeza, junto a eltrece.

-¿Cómo pasaste la cuarentena encerrado con las chicas?

-Lo disfruté mucho porque pasé todo el tiempo con Emilia (1) y pude estar cuando empezó a caminar, escuchar cuando dijo papá y mamá, ya come sola… Es increíble porque nunca antes le tuve tanta paciencia y amor a un ser humano, son tantos los cambios. No suelo postear fotos con la nena en las redes sociales, pero le dediqué todo este tiempo a ella. Pero soy católico, conservador, un tipo de estructuras. Me gusta el orden, la previsión. Antes del parate de la pandemia estaba a full con Carcajada salvaje, con una película, una serie, otro proyecto de teatro y de repente… frené.

«YO NO PUEDO HACER TEATRO ONLINE, ME CUESTA MUCHÍSIMO EL TEMA DE LAS REDES PORQUE NECESITO EL CONTACTO CON EL PÚBLICO, SENTIRLOS, VERLOS, ESCUCHAR SUS RISAS, SUS REACCIONES».

-¿Te llegaron propuestas para hacer teatro por streaming?

-Sí, hice algo. Pero la verdad es que no me hallaba. Yo no puedo hacer teatro online, me cuesta muchísimo el tema de las redes porque necesito el contacto con el público, sentirlos, verlos, escuchar sus risas, sus reacciones. Nuestro oficio además va a ser de los últimos en volver. Por eso además acepté hacer 100 argentinos dicen.

-¿Tenés ganas de darle un hermanito a Emilia?

-Es un tema que hablamos mucho con Lucía. Soy católico, me casé por iglesia y de chico soñaba con tener como 90 hijos, sobre todo para que ella no se quede solita. Pero ahora lo pienso mejor y de la forma en que a mí me gusta ser padre, dedicarle toda mi atención, va a tener que esperar un tiempo, al menos hasta que Emi vaya al prescolar, sea más independiente y tenga su rutina armada.

-Cambiando de tema, ¿cuál es el límite para hacer humor? Hubo gente que se escandalizaba de que Verónica Llinás te tratara de gordo en Carcajada salvaje…

-Para mí el límite es cuando el otro se siente herido. Si me doy cuenta de que con mis comentarios estoy lastimando a alguien, o me lo dicen, freno en ese punto. Sino, yo voy a fondo y no paro. Cuando uno prepara una obra de teatro, como fue el caso de la comedia con Verónica Llinás, hablamos mucho de qué era lo que nos molestaba para conocer los puntos débiles del otro y así se trabaja mejor, y se establece un código.

«CONOCÍA A LUCÍA DE CHICO PORQUE ELLA TAMBIÉN ERA DE UNA FAMILIA TRADICIONAL DE SAN JUAN, PERO RECIÉN EMPEZAMOS A SALIR EN BUENOS AIRES CUANDO NOS VINIMOS A ESTUDIAR. YO ESTABA ENAMORADO DE ELLA DESDE EL DÍA CERO Y LA TUVE QUE REMAR».

-¿Te «cargaban» mucho de chico? ¿Sufriste bullying?

-La realidad es que yo nunca sufrí bullying a pesar de haber sido gordo durante toda mi vida. Siempre pude reírme de mí mismo y restarle importancia a lo que me decían. Además, soy el gordo y lo tomo con afecto. Si alguien me dice Darío hasta lo tomo como distante, frío. Cuando me junto con mis amigos, nos cargamos entre todos porque es el código, y me pueden cargar porque no tengo cuello, mis tetas o mi incipiente pelada, y yo los gasto con sus propios problemas físicos. Es así y está todo bien.

-¿Cómo nació tu amor por Lucía?

-Nos conocemos de la adolescencia porque los dos éramos de familias tradicionales de San Juan (N del R: ella es hija de Carlos Gómez Centurión, un arquitecto importante en la provincia y un artista plástico reconocido a nivel nacional), que es bastante chico. Por eso tenemos fotos de tan jóvenes. Pero recién nos pusimos de novios en Buenos Aires, porque dio la casualidad de que formamos un grupo de diez sanjuaninos que se vinieron a estudiar acá y vivíamos todos cerca en Recoleta. Lo más normal para los sanjuaninos es irse a estudiar a Córdoba o Mendoza. Y como nos juntábamos, se dio. Yo estaba enamorado de Lucía desde el día cero y tuve que remarla mucho, pero acá estamos. Estuvimos un año, nos separamos y después de un viaje a Estados Unidos nos reconciliamos. Ella es psicóloga, dirige Aprentia, una organización que se encarga de hacer acompañamiento escolar a los chicos. Estamos muy felices.

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