En la escuela N° 151 de Santiago del Estero dos chicos pintan un mural con la ayuda de su maestra. Son los únicos alumnos que pudieron asistir a esa clase, con su caballo al trote. El rayo del sol aprieta y esperan que alguna brisa los sorprenda entre los quebrachos. En esa escuelita no hay luz, ni agua. Mientras trabajan en silencio, los sorprende un papel que revolotea en el aire. Es una boleta de las elecciones del 2015. Un rastro del aparato político que supo llegar a todos los rincones de esa vasta provincia.
La boleta muestra la cara de Gerardo Zamora a milímitros de Daniel Scioli. A un año de los comicios, el escenario es otro, pero algo no cambió. De cuna radical y seductor del peronismo, el cacique santiagueño siempre fue muy hábil para mantener buena relación con el gobierno de turno y el de Mauricio Macri no es la excepción. Como un eterno oficialista.
Senador en lo formal, Zamora mueve los hilos en las sombras de la gobernación de Santiago, hoy comandada por su esposa, Claudia Ledesma. «Él la escolta en cada reunión importante. Al principio no la dejaba hablar? decía que ella era tímida», comentan sus detractores en la provincia. Ante todo, «él» es el negociador y mediador con la Casa Rosada, un nexo vital para una provincia donde el 90% de los ingresos provienen de la coparticipación y donde casi toda la obra pública es financiada por la Nación.
Con la suma del poder público de Santiago, Zamora le ofrece a Cambiemos los votos de seis diputados y tres senadores. Un botín atractivo, frente a otros gobernadores que ofrecen menos manos en el Congreso. A cambio, el Gobierno garantiza los fondos. «El santiagueño me quiere más cuando gasto la plata de la Nación que cuando gasto los fondos de la provincia», bromea el zar de Santiago. Para su primera reunión con Macri llevó una carpeta con proyectos de obras.
Gobernabilidad por caja
Este año, según datos oficiales, la Nación le entregará a Santiago del Estero $ 3.570 millones en carácter de transferencia presupuestaria, $409 millones en inversión directa en infraestructura y $22.943 millones por transferencias automáticas (que incluyen la coparticipación y el fondo federal solidario). Más de $ 26.922 millones estimados para 2016, que significan un aumento del 22% respecto de 2015. Para hábitat, uno de los puntos más vulnerables del distrito, se le otorgaron más $ 2.000 millones. La cifra es clave para una de las provincias más dependientes de las arcas centrales. Para el año que viene, se prevén $33.000 millones.
«No es simpatía, sino una sociedad gobernabilidad-caja», manifiesta a LA NACION un referente antizamorista de la UCR. Y recuerda que Zamora supo decir que Macri es «menos creíble que billete de tres pesos». Pero más allá de las opiniones reservadas, lo cierto es que, en las horas claves del Congreso, el líder feudal y su bloque brindaron su apoyo a Cambiemos. Votaron a favor de los proyectos importantes, como el acuerdo con los holdouts, el blanqueo y el presupuesto.
Con la reforma política, tan anhelada por Macri, se dio una situación particular. En Diputados, el zamorismo votó a favor. Cuando el camino se hizo pantanoso en el Senado, Zamora no fue el más reticente a la iniciativa. A puertas cerradas, reclamó gradualismo y control para la boleta electrónica. Así, no quedó en la «lista negra» de líderes feudales para Cambiemos, pero habilitó la caída de la iniciativa en manos del PJ.
Molestia de la oposición
En diálogo con LA NACIÓN, Zamora hoy se autodefine como «radical y opositor dialoguista». Ya no agrega «kirchnerista», aunque hasta el año pasado mantuvo un encendido romance con los Kirchner. Tanto, que la ex Presidenta lo calificó como su «gobernador favorito». Y no es difícil entender por qué. Con su llegada en 2005, el zamorismo emprolijó las cuentas. Es un distrito sin déficit, ni deuda con la Nación. Además, la ofrenda electoral es irresistible: en Santiago del Estero, el año pasado Scioli sacó 66%, el mayor porcentaje del país.
Zamora tuvo la habilidad de poner al peronismo a su favor y conformar una alianza, el Frente Cívico. El aparato llega hasta los confines más profundos de esa llanura árida y extensa. Aún las familias que viven sin los servicios esenciales lo apoyan. Muchos expresan su gratitud hacia el dirigente radical K y reconocen que la oposición no se les presenta como opción. Así, lo recuerda Elsa, madre de siete chicos: «Una vez nos prometieron el bolsón de comida y nos llevaron a votar. Cuando llegamos nos dijeron «no hay bolsón para nadie». Ya estábamos ahí y votamos por Zamora. A los otros no los conocíamos».
Zamora no oculta su intención de postularse a gobernador el año que viene. En Santiago, las elecciones ejecutivas provinciales están desfasadas dos años respecto al resto del calendario electoral. En el Gobierno, por ahora, hacen la vista gorda. Si bien aseguran que tiene planes para fortalecer a la mesa de Cambiemos santiagueña, no ignoran que por ahora ese espacio es débil y sin mayor grado de conocimiento.
Como líderes opositores se perfilan el intendente de Pinto, Emilio Rached (que rompió con el zamorismo cuando dio el voto que empató la 125), el legislador provincial de la UCR Marcelo Lugones y el presidente de Pro provincial Rodrigo Posse. Urgidos de fuerza, no se descarta que sumen el apoyo del intendente de La Banda, el massista Pablo Mirolo.
Los representantes del antizamorismo, por ahora, luchan contra los molinos de viento. Sin el favor de la prensa local, buscan todos los días exponer los puntos más oscuros de la gestión de Ledesma. Por eso, no logran disimular su descontento cuando no tienen suficiente respaldo de la Casa Rosada.
«Acá las cosas no van a cambiar hasta que el gobierno nacional apoye a la oposición provincial», resopla un radical. Un referente de Pro, más pragmático, se pregunta: «¿Por qué no nos dieron el manejo de la Anses o del Pami? Hasta eso le dejaron a Zamora».
En el Gobierno no coinciden del todo con la postura. «No podemos boicotear a Ledesma. Necesitamos que los nuestros se pongan la camiseta de lo que hace Nación en la provincia, tienen que hacer propios los logros del Presidente», opinan en Casa Rosada.
Así, en ese juego de equilibrios, hoy Zamora planifica desde su despacho del Senado el futuro de Santiago del Estero. Colgada en su pared tiene una foto de 2008 que lo muestra sonriente, abrazado a Néstor Kirchner y a Raúl Alfonsín. La imagen lo pinta entero, como el más peronista de los radicales y el más radical de los peronistas. Y también, como el más oficialista de los opositores.