Por ahora, los que levantan la voz en tono acusatorio son los radicales que se automarginaron del armado oficialista, con Ricardo Alfonsín y Juan Manuel Casella a la cabeza. La dirigencia que aún tiene que sudar la camiseta para defender territorio en las elecciones prefiere callar sus criticas al Gobierno hasta después del 27 de octubre, pero ya empezó a conspirar sin disimulo para disputar el liderazgo de la era posmacrista.
No hay radical que este cronista haya oído abrigar esperanzas sobre el resultado de las presidenciales. En cambio, pululan por los comités los comentarios sobre inminentes internas dentro y fuera del partido por trincheras clave para librar futuras batallas contra el kirchnerismo.
El gobernador radical Gerardo Morales con Ivanka Trump, este jueves en Jujuy. Foto: EFE
El primer intríngulis que buscan despejar los caudillos de mayor peso apunta a mantener o no los interbloques de Cambiemos. Veredicto anticipado: la mayoría rechazó la furibunda columna publicada esta semana por Casella en Clarín, titulada “PRO-UCR: una experiencia agotada”. Tanto el ala “amarilla” como la más alejada de la Rosada coinciden en la necesidad de mantener la alianza legislativa para defenderse del mejor modo de la reunificación del peronismo.
La condición es que sigan comandados por radicales. Sin esperar la respuesta de sus aliados, ya comenzó el poroteo en Diputados, la mayor vidriera de cualquier fuerza opositora. De un lado, el club de fans de la reelección del cordobés Mario Negri -sostén de la gestión macrista y sostenido por Elisa Carrió– y del otro los críticos del Gobierno que esperan la llegada del mendocino Alfredo Cornejo. Los más ansiosos imaginan una solución para que la sangre no llegue al río: Cornejo en el bloque radical y Negri al interbloque.
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