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Una ruptura que pone el oficialismo en terapia intensiva

Como con los accidentados graves, Alberto Fernández comprobó nuevamente que hay que esperar 72 horas para saber cómo evoluciona el cuadro interno después de cualquier acontecimiento crítico. Y otra vez, como tras las últimas elecciones primarias, la coalición oficialista ingresó en terapia intensiva. Al tercer día de haber anunciado un preacuerdo con el FMI.

Los tiempos que se toman Máximo Kirchner y La Cámpora para preservar su identidad, mostrar su desacuerdo y poner distancia con la gestión también son siempre una oportunidad para que el Presidente adquiera autonomía y comience su propio gobierno. El 17 de septiembre Fernández desechó esa opción de independencia, luego de la sorpresiva renuncia pública del más maximista de los ministros, Eduardo de Pedro. Es la gran incógnita que deja abierta ahora la estridente renuncia del heredero de la familia bipresidencial a la jefatura del bloque de Diputados del Frente de ¿Todos?. Un salto cuántico en la jerarquía camporista. Quien quiera oír, que oiga.

El tenor de la carta abierta de dimisión es mucho más que una diferenciación respecto de la negociación de la deuda externa. Es una acusación explícita al Presidente de claudicación y un pronóstico de graves perjuicios para la población que causaría el entendimiento. Una bomba de fragmentación tirada sobre la arquitectura argumental construida por Fernández y su ministro de Economía para defender una negociación que aún no está formalmente cerrada y sobre la cual penden numerosas incógnitas respecto de sus efectos. Culpable, dice el veredicto maximista.

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