Espectáculos

Ronnie Arias: «Dejé la cocaína porque no tenía plata»

Esta es la historia maravillosamente ilustrada de un niño de clase obrera de Villa del Parque, que allá por los años 70 (ok, la verdad fue en los 60) alcanzó el podio máximo, el universo exclusivo, la tierra prometida, el edén de las estrellas, o sea: de cómo ese niño ilusionado se transformó en laburante de tv/radio/Online, con la yuga remando y remando, día a día, pero siempre feliz con lo que hubo, con lo que hay y por sobre todo con lo que vendrá.

Esa es la contratapa de FAMA, cómo ser una estrella pop, el primer libro de Ronnie Arias«Es un hijito: tardé dos años en hacerlo, un año para escribirlo, un año para hacer toda la estética«, le explica el conductor a Teleshow sobre el material que se presenta como una mezcla de fanzine punk de los 70 con revista de estrella pop de los 80.

«Tengo un gran sentido del humor sobre mi persona. Lo que traté es que la gente pueda absorber esa pequeña tragedia cotidiana de clase media desde el lugar del humor. Sé que estoy contando cosas que, a lo mejor, para la gente son fuertes. Pero me parece que hacer un grotesco de esa situación hace que la gente pueda asimilar el dolor propio desde otro lugar», dice Ronnie, que en el libro cuenta que a los seis años sus tres deseos más fervientes eran ver famosos, saludarlos y sacarse una foto con ellos.

Ronnie Arias le tomó el gusto a la escritura y ya está pensando en un próximo libro

Ronnie Arias le tomó el gusto a la escritura y ya está pensando en un próximo libro

—En el libro aparece tu infancia, rodeado de tus tías. ¿Eras un mimado total?

—¡No, no! ¡Era un dejado de la mano de Dios! ¿Viste que ahora hay una palabra que habla de cuando las mujeres se juntan para algo?

—¿Sororidad?

—¡Eso! ¡La sororidad! Una de mis hermanas se peleaba conmigo y las otras tres se ponían de acuerdo con ella, ¿entendés? Llegaba mi vieja, ¿y qué versión iba a creer? Cuando cumplí 16 años dije: «Yo me voy de acá». En ningún momento dije que no las quería o que eran malas, pero sucede una cosa con un grupo de mujeres juntas que es muy fuerte. Chicas, pónganse las pilas porque juntas pueden conseguir cualquier cosa.

—¿Cómo estás viendo este momento de las mujeres?

—Conflictivo, porque todavía hay como una especie de confusión y el macho cuadrado no termina de ver para dónde carajo salir rajando. Pero creo que está bien, creo que es hora.

—¿No te asusta el feminismo?

—No. Me asustan las que van y hacen caca en la puerta de la Iglesia porque es una ridiculez. ¿Sobre qué estás protestando? Me asustan las que prendieron fuego a un perro porque era un perro macho. Pero me parece que la mujer se merece, sin lugar a dudas, su lugar, no al lado sino adelante. Porque el mundo es un matriarcado: la que sostiene a la familia es la mujer.

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—Llevan 25 años de pareja con Pablo. ¿Tuvieron separaciones?

—Dos quiebres en el medio como para tomarse un tiempo. Seis meses uno, seis meses el otro. O sea que estaríamos como en un año menos, pero creo que el secreto es ser amigos.

—¿Pareja abierta?

—No. No lo entiendo. En todo caso, si no me entero, bueno… (risas).

—Eso no sería una pareja abierta ¡Es infidelidad y que no me entere!

El poliamor me parece una pelotudez. A mí no me vengan… O sea, el «poligarche» es una cosa; el poliamor es otra completamente diferente. Poliamor puede ser a mi madre, a mi hijo, ¿a cuántas personas podés amar? Yo no creo que seamos todos sheiks con 70 mujeres, y siempre hay una favorita. Aparte, ¡mantener dos relaciones al mismo tiempo!

—¡Con lo caro que está todo, Ronnie!

—¡Dios mío! No nos alcanza para mantener a un hijo, imagínate a dos. Bueno, mi padre biológico tenía otra familia en Córdoba.

—¿En serio?

—Claro, con una mujer e hija. Estaba mi madre y mis hermanas, y en el velorio de mi padre cae una mujer con una nena igual a mi hermana Sandra a retirar el cuerpo, porque era la mujer oficial. Estamos hablando de la década del 60. O sea que nosotros eramos hijos naturales.

—¿Tu mamá no sabía?

—No. Y es más, estaba casada con libreta: todo el mundo sabía. Lo loco es que mis abuelos también sabían que mi viejo estaba casado y no se hablaba.

—¿Él qué hacía? ¿Iba de casa en casa?

—No, mi viejo ya la había dejado a esta. Ya vivía directamente con mi vieja en la casa de mis abuelos.

—Y hoy con esa hermana, ¿tenés relación?

—Es que no tengo idea, perdí contacto. La única información que tengo es esa. Después desaparecieron. Se llevaron el 75 % de la herencia y desaparecieron. El tema es que era un momento en que la otra mujer no tenía ningún valor. Él era bígamo, estaba casado con dos mujeres, y el segundo matrimonio perdía valor inmediatamente, y los hijos pasaban a ser hijos naturales reconocidos.

—Hoy sería imposible porque los hijos son iguales ante la ley.

—Ante la ley. Aparte con un quilombo, porque mi vieja alquilaba la casa para poder comer y nosotros íbamos a vivir a lo de mi abuelo. Entonces, querían que mi vieja pague los años que había alquilado la casa. ¡Un desastre, un desastre!

—No solo se moría tu papá, sino que perdió todo.

—Perdió todo, ¿me entendés? Se le vino el mundo abajo. 23 años, imagínate.

—¿Y cómo resurgió?

—Creo que es de familia. Nosotros tenemos un agarre con la vida muy importante.

—¿Apareció ese agarre cuando te enfermaste?

—Supongo, pero nunca tuve miedo de morirme. Nunca tuve miedo de que sea algo peor. Sí tuve miedo de no hablar. La primera vez que me dicen que lo más probable es que tenga cáncer, lo primero que hago es sacar pasajes y llevar a mis sobrinos a Disney. En Disney es donde pierdo el 100% de la voz. Ahí empiezo a escribir porque ya no hay manera de recuperar el habla. Pensá que yo ahora hablo con la cuerda derecha, ¡y mirá qué divino que te estoy hablando! (Risas).

—Te operaron e hiciste rayos, las dos cosas.

—Exacto. 42 sesiones de rayos. No falté un solo día. En el mundo, hoy, el 70% de la gente que tiene cáncer sobrevive. La detección temprana funciona. 42 sesiones de rayos son cinco por semana, de lunes a viernes sin faltar un solo día, de entrada no sentís nada. Pero, de golpe, cuando empezás a tragar, primero empieza como un dolor de garganta y se empieza a quemar todo y a poner en carne viva. Yo creo que los tres peores meses de la enfermedad los pasé recuperándome.

—¿Y a qué te aferraste?

—A la vida, a la felicidad.

—Y el alta definitiva, ¿cuándo fue?

—Me lo dieron hace dos años.

—Y se festejó…

—¡Sí! Yo festejo cualquier cosa. Para mí festejar vale la pena siempre. Dejé de ir a los controles, ahora hace como dos años que no voy, pero hago fonoaudiología. Una vez por mes hago una hora de fonoaudiología, respiración, hago los ejercicios.

“Nunca tuve miedo de morirme” manifiesta Ronnie Arias que superó un cancer (Foto Instagram)

“Nunca tuve miedo de morirme” manifiesta Ronnie Arias que superó un cancer (Foto Instagram)

—En otra charla me dijiste: «A los 30 cambié la cocaína por la solución fisiológica».

—Es verdad. Porque sufro de alergia. Mirá cómo tengo los ojos ahora… ¡No estuve fumando porro antes de salir al aire sino estaría riéndome cada dos palabras que digo!

—¿Seguís fumando marihuana?

—No puedo fumar. A lo mejor darle un beso en alguna fiesta, ¿viste? Pero no puedo. Son cosas que ya no puedo. Es más, descubrí que hay un montón de cosas que me dan acidez y que tampoco puedo comer porque me afectan a la voz.

—¿Te costó dejar la cocaína?

—No. Fue una decisión inmediata.

—¿Por qué? ¿Cómo fue?

—Porque no tenía plata (risas). Hay un momento que tiene que ver con esto de los 30 que vos decís, en el que uno tiene que tomar una determinación. Yo puedo ser un eterno adolescente. Pero una cosa es que el eterno adolescente esté a flor de piel, y que adentro haya un chabón que sabe que tiene levantarse para ir a laburar. No me quedaba otra.

—Valoro la honestidad de decir: «Dejé la cocaína porque no tenía plata», porque podrías hablarme de la salud, la madurez…

—¡No! ¡Tenía que laburar, tenía que hacer algo con esta puta vida, con este talento que Dios me había dado! Lo que hice fue separarme de todos mis amigos, encerrarme en mí mismo. Tenía una perra, en terapia me habían dicho que me tenía que hacer cargo de algo externo. Entonces tenía una perra kuvasz hermosa que se llamaba Zsa Zsa, como Zsa Zsa Gabor, y… A veces pienso lo que le habré hecho parir a ese animal…

—¿Tenías una conducta muy adictiva en la vida, en general?

—Yo tengo una conducta muy adictiva.

—¿Sí? ¿Sos adicto?

—Soy adicto. Soy adicto al ejercicio, a la comida, a las drogas. Soy adicto a todo. Lo que pasa es que uno tiene que tomar la decisión…

—Y cuando lo decidiste, ¿pudiste salir solo? ¿No tuviste que internarte?

—No, no. Soy un tipo que va para adelante siempre.

—Sí hubo que cortar vínculos.

—Sí. No hubo, hay que cortar vínculos. Me pasaba con Fernando Peña: era un dolor de huevos porque me traía el dealer a mi casa. Entonces yo le decía: «Fer, soy un ex adicto. ¡No me jodas!». No sabés el nervio que me daba.

—¿Y por qué creés que lo hacía?

—¡Porque era un hijo de puta que le gustaba ponerte en situaciones! No quería que yo me drogue, ¡él quería que yo me vuelva loco!, que me ponga nervioso. Creo que es lo que sucede con la gente que se empieza a drogar de grande: pierde el control de la realidad. Y como fue siempre un provocador, él no solamente provocaba desde los medios, provocaba desde lo más pequeño. Por otro lado, era la persona más cariñosa del mundo. Tengo una anécdota hermosa de Fernando. Él no tenía perros. Fernando al final de su vida empezó a tener perros. Yo estaba con mi perra Zsa Zsa muy enferma. 3 de la mañana me levanto a hacer pis y veo a la perra en un charco de sangre. ¿A quién llamo? A Fernando. Se vino en el auto a las 3 de la mañana, cargo a la perra porque yo estaba desesperado y fuimos a MAPA (Movimiento Argentino de Protección al Animal), y me la operaron ahí, y le salvaron la vida. Le debo a Fernando Peña la vida de mi perra, que fue la perra que me ayudó a recuperarme. Así como te cuento una cosa de Fer, te cuento la otra. ¡Demencia total!

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