En las últimas horas, los ministros de Educación de Paraguay y Perú patearon el tablero y afirmaron que las clases, en sus países, no volverían hasta 2021. Fueron los primeros funcionarios de la región en adelantar una medida tan concluyente con el objetivo de frenar el avance del coronavirus. En su lugar, agregaron, impulsarán propuestas de enseñanza a distancia para que los alumnos no pierdan el año.
El fin de semana, el ministro paraguayo Andrés Petta fue el primero en pronunciarse: “La educación ya no puede prorrogar la suspensión semana a semana. Vamos a publicar un decreto que diga que este año no va a haber clases presenciales y que se siga con las clases virtuales. Yo creo que en 2020 no va a haber regreso a las aulas. Si hacemos volver a los chicos en diciembre y no hay vacuna, colapsamos los hospitales”, advirtió.
Horas más tarde se sumó su par peruano, Martín Benavides: “Lo mejor es prepararse para que todo el año sea un año de educación no presencial. Es una situación difícil para todos, pero tenemos que valorarla porque está poniendo los temas de seguridad y solidaridad en el centro del aprendizaje”
Las medidas generaron inquietud ante un posible efecto cascada en otros países de la región. Sin embargo, ante la consulta de Infobae, el ministro de Educación Nacional Nicolás Trotta descartó que esté en análisis esa posibilidad en la Argentina. “No es un escenario posible que no vuelvan las clases este año. Todo hace suponer que vamos a poder regresar físicamente a las escuelas”, remarcó.
-¿Qué escenarios se evalúan hoy?
-No hay una fecha definida todavía. Tenemos una incertidumbre en los plazos. Pero no solo nosotros: cuando uno ve países del hemisferio norte que sufrieron la pandemia con antelación tampoco saben cuándo volverán a las aulas. Hay dos componentes que tendremos en cuenta a la hora de definir. Uno es el epidemiológico: que el nivel de contagio y la circulación del virus estén controlados y no lleve a que se acelere la curva. La otra es, que al momento de regresar, haya tranquilidad en las familias, estudiantes y docentes.
Con esa premisa, ¿las provincias con menos infectados volverían antes?
-Podría ser una posibilidad, pero no hay ninguna decisión al respecto. La definición tiene que ser fruto de un profundo consenso. Las decisiones individuales pueden echar a perder el esfuerzo colectivo que estamos llevando adelante. No podemos descuidar la administración del nivel de contagio. Tenemos los ejemplos de países que, a priori, cuentan con un mejor desarrollo sanitario y, así y todo, sufrieron mucho.
-Pasó un mes desde la suspensión de clases y la puesta en marcha del programa a distancia. ¿Cómo lo evalúan hasta acá?
-Desde un principio dijimos que la escuela era irreemplazable y la pandemia no hizo más que ratificarlo. Más allá del esfuerzo de los adultos, los docentes tienen un rol imprescindible, el de enseñar. A los padres les corresponde acompañar. Hoy nuestra mirada está puesta en fortalecer el vínculo entre los docentes y alumnos, en llegar a todos. Y hacer todo lo posible para que la desigualdad, en un país profundamente desigual como Argentina, no se profundice.
-¿No es inevitable que se agrave?
–Sí, lamentablemente se va a agravar en este contexto, pero nuestra misión es que los efectos sean los mínimos posibles. Hay que entender la desigualdad no nació con la pandemia. Viene de décadas y en los últimos años, con la desinversión en educación de los gobiernos nacional y provinciales, recrudeció. Hoy tenemos una fuerte desigualdad socioeconómica, que en muchos casos no permite el acceso a la tecnología, además de la diferencia en el capital educativo en los hogares. Por eso, nuestra estrategia tiene un fuerte componente analógico: ya repartimos 13 millones de cuadernillos y estamos preparando una nueva edición, lanzamos 7 programas de radio y televisión para los distintos niveles que se transmiten por 49 emisoras.
En algunos países europeos, como España e Italia, se resolvió otorgar un aprobado general y que todos los alumnos, salvo excepciones, pasen de año. ¿Eso es una posibilidad acá?
-Dependerá de en qué momento se termine volviendo a cada una de las aulas. La acreditación de los saberes creemos que hay que hacerla una vez que se retomen las clases presenciales y serán los maestros quienes, conociendo su realidad, la lleven a cabo. Lo que debemos planificar es el día después y en eso estamos trabajando junto a los 24 ministros de las jurisdicciones.
-¿Se puede tomar una definición a nivel nacional cuando hay tantas diferencias entre las provincias?
-Esas definiciones deben tener en cuenta la heterogeneidad que hay en el sistema. Cada paso grande que demos tiene que ir acompañado de un enorme consenso, con los sindicatos docentes y las principales referencias educativas del país. A un estudiante no lo define un año escolar. Lo que uno termina evaluando es toda la trayectoria obligatoria, que se compone de catorce años.
-¿Cómo se garantizan los aprendizajes obligatorios en un tiempo mucho más acotado?
-Garantizar los saberes no implica necesariamente dar todos los contenidos. La clave estará en habilitar los mecanismos para intensificar los aprendizajes. Por eso, ya evaluamos la articulación del ciclo lectivo 2020 con el 2021. Esta semana comenzará a sesionar Consejo para la Calidad Educativa, que entre sus funciones tiene analizar el día después.
-Todo parece indicar que la actividad laboral volverá antes que las clases. En ese escenario, ¿se piensa en un permiso para que por lo menos alguno de los padres se pueda quedar con sus hijos?
-En su momento habrá que ver las propuestas de las provincias. Las determinaciones son día a día. Estamos en permanente seguimiento de las definiciones que se toman en otros países que ya tuvieron sus picos de contagios. Lo que está claro es que no hay un manual de cómo enfrentar la pandemia. El Presidente suele decir: “Se está escribiendo la obra arriba del escenario”.
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