Un partido de fútbol sin hinchas es como un boliche sin música. O como una parrilla sin asado. Falta la esencia, el alma. Y nada es igual, obvio. Naturalmente, los más perjudicados son los espectadores, privados de la posibilidad de asistir al estadio para alentar al equipo, aunque las tribunas vacías también afectan a los jugadores, les quitan motivación, impulso, adrenalina. Sin embargo, la pérdida más contundente es la que sufre el club, porque se queda sin ingresos fundamentales: la sanción que recibió, por dos motivos y fallos diferentes, de jugar sin público los tres partidos de la fase de grupos de la Copa Libertadores 2020 le costará a River alrededor de cuatro millones de dólares.
Una fecha de suspensión corresponde al castigo por el uso de bengalas de la gente en la semi contra Boca del año pasado. Los otras dos, al fallo del TAS por el reclamo de Boca de la final de 2018.
Según el promedio de las últimas recaudaciones de la Libertadores 2019 en el Monumental, con la semi ante Boca como top (alrededor de 150 millones de pesos), cada partido de Copa deja en la tesorería del club un mínimo de 100 millones de pesos. De esta manera, la pérdida en esta primera fase del torneo continental alcanzaría una suma cercana a los 300 millones de pesos. O sea, al cambio del dólar oficial (ayer cerró en 64 pesos para la venta), River dejaría de ganar al menos 4,5 palos verdes, cifra con la que podría pagar hasta un par de contratos anuales de figuras principales.
Es cierto, hoy el club necesita dinero como agua en el desierto. Pero los jugadores también precisan un mimo, ese apoyo incomparable de los hinchas para recuperarse del bajón por la pérdida de la Superliga en Tucumán hace cuatro días. Y lo necesitan, a la vez, como incentivo. Para empezar de nuevo. Para remontar el 0-3 del debut en Quito y no padecer la clasificación a los octavos de final. Para volver a ser el River del Muñeco que hizo historia
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