El presidente Jair Bolsonaro habló, por primera vez en forma directa, contra la ex presidenta Cristina Kirchner: «No puede volver» enfatizó en una exposición televisiva a través de sus redes sociales. Sostuvo que la ex presidenta argentina «estaba vinculada a Dilma (Rousseff), a Lula (da Silva), a la Venezuela de (Nicolás) Maduro y de Hugo Chávez, y a Cuba«. Luego de adjudicarle estos vínculos, precisamente con ex presidentes que convivieron en la región exactamente en la misma época, el actual jefe del gobierno brasileño indicó que «si eso vuelve, con seguridad la Argentina va a entrar en una situación como la de Venezuela«.
En un alineamiento evidente de su discurso con el que dejó trascender hoy la Casa Rosa, Bolsonaro sostuvo que él espera que «los hermanos argentinos tomen conciencia de esto«. Y añadió: «Si a (Mauricio) Macri no le está yendo bien hay que tener paciencia. Hay que luchar para que mejore o votar en alguien que este en la línea de él». Abundó contra la ex jefa de Estado: «El posible voto a favor de Cristina Kirchner, que pido a Dios que no ocurra, convertirá nuestra querida Argentina en otra Venezuela y no queremos eso».
Desde hace una semana, el presidente brasileño ha intensificado su discurso referido a la Argentina. Su preocupación parece apuntar al efecto que tendría un triunfo de la oposición en las elecciones presidenciales argentinas de octubre próximo. Bolsonaro ha marcado, en forma insistente desde entonces, que la vuelta de un gobierno «populista» –según dijo hace unos días— podría poner en juego el futuro de todo el esquema de la nueva derecha regional. Claro que su preocupación coincide con la del establishment internacional, que ve con alarma el crecimiento en las encuestas de la ex mandataria.
Todo indica que Bolsonaro está dispuesto a defender el modelo que encabeza a capa y espada. Precisamente ayer, también públicamente, sostuvo que cualquier acción sobre Venezuela, en particular sobre una eventual intervención militar, «es una decisión exclusivamente mía». Apuntó, en ese sentido, contra los generales que ocupan puestos claves en su gobierno, para quienes una «aventura armada es inviable». Con esto tomó también distancia del Congreso, que debería ser el que apruebe cualquier acción de ese tipo.
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