Aunque el camino hasta diciembre es largo y las encuestas alimentan las dudas sobre la posibilidad de que Mauricio Macri logre reelegir, en el Gobierno ya se largó la carrera por la sucesión. Pero no se trata de la interna de Cambiemos rumbo a la presidencial de 2023, sino la que definirá el reemplazo de Emilio Monzó, el titular de la Cámara de Diputados que decidió no renovar su banca como legislador y tiene previsto subirse a un avión en diciembre, rumbo a la embajada en España.
Son varios los nombres que suenan en la Casa Rosada pero hay algunos que pican en punta. Previsible: la mayoría dice no estar al tanto de los rumores, por temor a ser acusados de autopostularse, un pecado que en el macrismo puede ser letal.
Si bien la postura «oficial» del Gobierno es que la discusión se dará luego de las elecciones, ya se comienza a hablar del tema en charlas informales entre las principales espadas de Macri. «El reemplazante tiene que ser alguien muy propio de Mauricio, pero con la suficiente amplitud para que la oposición lo reciba bien», dice una importante voz que se sienta en la mesa de la cúpula del PRO.
«Va a ser un año importante, de reformas estructurales, decisivas. No se puede salir a buscar afuera a nadie ni andar improvisando», refuerza otra alta fuente macrista, que descuenta un triunfo oficialista.
En ese esquema, el vicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli; y el ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo; ambos con origen peronista y respetados por la oposición, parecen sacarle un cuerpo de ventaja al resto, aunque hoy no integren la Cámara. Tienen la experiencia de haber manejado la Legislatura porteña.
En el caso de Santilli, ya sonó como la carta a la que apostaba Peña para desplazar a Monzó a final de 2017, algo que finalmente no sucedió debido a que el jefe de Gabinete y el titular de Diputados hicieron las paces previo al inicio de la campaña legislativa.
A su favor, Santilli cuenta con una buena relación con Peña, quien sin sentir devoción por él le confía casi como a ningún otro dirigente peronista; y también pasa otro filtro clave: en la Cámara baja, sería bien recibido por Elisa Carrió, la líder de la Coalición Cívica a la que convenció de ser candidata por la Ciudad, una jugada que le permitió al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, desactivar el intento de Martín Lousteau de disputarle el territorio.
Si Santilli pudiera elegir, no renovaría como vicejefe de Gobierno, para mantener latente la chance de sucederlo a Larreta. Pero su suerte está atada a lo que decida el jefe de Gobierno. «El va a hacer siempre lo que sea mejor para Horacio», dicen en su entorno. En los papeles, quedó claro hace poco: de un día para otro tuvo que agarrar la conducción de un fierro caliente, como es el Ministerio de Seguridad porteño, por expreso pedido de su jefe.
Hoy no aparece un nombre firme para ir en la fórmula con Larreta, pero quienes lo frecuentan aseguran que el jefe de Gobierno no se opondrá a darle vuelo a nivel nacional a uno de sus principales brazos políticos, justo en la etapa en la que empezará dar la pelea interna por suceder a Macri en 2023.
Ritondo es resistido por Peña y por Carrió, pero cuenta con elaval de María Eugenia Vidal. La gobernadora destaca su tarea al frente del Ministerio de Seguridad bonaerense pero sabe el desgaste que implica esa «silla eléctrica», como definen el cargo en la Provincia; y por eso no vería mal que su funcionario volviera a trabajar bajo la órbita del Presidente. «Cristian va a hacer lo que le pidan María Eugenia y Federico (Salvai, el jefe de Gabinete)», repiten, con insistencia, cerca del ministro. Vidal y Salvai saben que Diputados es uno de los pocos lugares con el que pueden “premiar” a su soldado.
Tanto Santilli como Ritondo cuentan con una fluida relación con Rogelio Frigerio. No se trata de un dato menor: es que el titular de la Cámara de Diputados que reemplace a Monzó tendría que trabajar codo a codo al menos durante un año con el ministro del Interior, quien ante la ola de rumores acordó con Macri que sólo dejaría el Gobierno en caso de que Argentina lo necesite para asegurarse la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), a fines de 2020. Todo esto, claro, si hay victoria electoral.
La idea de un nombre con vuelo propio relega -aunque no descarta- a Carmen Polledo, la favorita de Macri. A su favor, la hoy diputada cuenta con el antecedente de que hizo un buen trabajo para el PRO en la Legislatura porteña junto a Francisco Quintana. De extrema confianza de Peña, Quintana suena para tener el rol de jefe del bloque PRO que dejará vacante Nicolás Massot, un pupilo de Monzó que finaliza su mandato y cuyo destino asoma lejos de la Cámara.
Más atrás, aparecen dos nombres de los que se habló mucho en los últimos días pero que asoman lejos. Uno es el de la ministra Carolina Stanley, a la que se señala como posible vice de Macri. Sucede que, como es un secreto a voces que en 2020 no seguirá en Desarrollo Social, en torno a ella se generan todo tipo de versiones. Pero cerca suyo desmienten esta posibilidad: «No está pensando en cargos. Todo lo que se dice es fantasía pura», juran.
En una situación similar se encuentra el ex vicejefe de Gabinete Mario Quintana: Macri y Peña lo quieren y según dicen en su entorno él tiene la intención de hacer política, pero «no necesariamente con un cargo». «No lo imagino en el Congreso», asegura un hombre que habló con él en las últimas horas. Carrió pidió varias veces por su vuelta. Tal vez ese regreso se concrete, pero a Desarrollo Social, como publicó Perfil.
En el reparto de poder dentro de Cambiemos, los radicales no se quieren quedar afuera de opinar. Pero pierden a Mario Negri, un hombre de diálogo frecuente con el Presidente y que ya sonó en varias ocasiones para ocupar cargos importantes, pero que apuesta a ser gobernador de Córdoba y avisó que no renovará su banca.
Si el titular del partido, Alfredo Cornejo, es finalmente candidato a diputado tras dejar la gobernación mendocina, la UCR tendrá más fuerza para pedir el tercer cargo en la línea sucesoria. En cualquier caso, el radicalismo cuenta con la dificultad de que Macri sabe que su ungido deberá ser validado por una más dura oposición peronista.
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