El inicio de la carta bien podría haber sido el final. O la carta toda: «Te voy a amar por siempre, mamá», escribió Agustín Funes (20) en la primera línea de un largo posteo que hizo en las redes sociales para recordar a Débora Pérez Volpin, al cumplirse una semana de su muerte, y acompañando sus palabras con una foto junto a su hermana, Luna Funes (16).
El joven empieza contando que fue su madre quien les pidió a sus dos hijos que le escribieran una carta cuando -«hace poco más de un mes»- cumplió 50 años. «Una carta que sintetizara cuánto te queríamos, qué cosas nos gustaban de vos, y hasta incluso si había algo que querríamos que cambiaras». Pero no lo hizo, no la escribió. Y antes que un descuido, lo de Agustín fue incredulidad: «Pensaba que siempre podría posponerlo para un poquito más adelante».
Con un viaje con sus amigos previsto en estos días, pensó una alternativa: «Escribirte algo justo antes de irme y dejártela a modo de sorpresa en tu cama, o en la mesita de luz, para que la descubrieras cuando vuelvas de acompañarme al aeropuerto. Desistí porque me pareció que iba a ser demasiado triste o demasiado emotivo. Pensé que ibas a querer abrazarme después de leerla y no ibas a poder porque yo iba a estar lejos. Y que te ibas a poner mal«.
Pérez Volpin ingresó entonces en el Sanatorio de La Trinidad, de Palermo, donde murió cuando le realizaban una endoscopía. «Qué irónica puede ser la vida -reflexiona Agustín-. Ahora no tengo siquiera la posibilidad de abrazarte porque te fuiste en un abrir y cerrar de ojos. Estaba yendo a saludarte a la clínica porque pensabas que no ibas a llegar a despedirme personalmente en Ezeiza antes de irme. Pero nunca más te vi. Y nunca más te voy a volver a ver«.
Pese a su dolor, el hijo del camarógrafo Marcelo Funes, primer marido de Pérez Volpin, busca «dejar algo muy en claro». «Los que más sufren por esta situación no somos nosotros -advierte-. Nosotros estamos con papá, con los tíos, con los primos y con toda la familia, y estamos bien. Vamos a estar bien. Temo que la que más haya sufrido seas vos (…). Y sé (sí, lo afirmo) que si existe vida después de la muerte en lo primero que pensaste fue en nosotros y en cómo los azares del destino nos estaban dejando sin nuestra amada mamá«.
Es entonces cuando Agustín quiere consolarla. «Tranquila, mami. Todos estamos bien y te extrañamos muchísimo. Quiero que sepas que te recordamos a cada segundo y nos convencemos cada vez más de que fuiste la mejor madre que pudimos haber tenido en la vida«. Por caso, «te desviviste por tratar de que tengamos la mejor infancia y la mejor adolescencia, incluso resignando cosas para vos misma».
«Muchas veces me dijeron que tenía un estilo de escritura parecido al tuyo, y siempre me pareció un halago. Hoy me parece una responsabilidad. Prometo llevarte siempre conmigo en mis palabras, en mis ideas y en lo que sea que me dedique en el futuro. Espero que estés bien dónde estés, y que te hayas encontrado con el abuelo, tu papá, tu ídolo, allá arriba.
Te amo mamá, y siempre te voy a amar.
Tu hijo y futuro colega, Agustín».