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A un año de la desaparición del ARA San Juan, el mensaje que dejó oculto en su computadora uno de los tripulantes

Itatí Leguizamón, esposa del sonarista del ARA San JuanGermán Suárez, compartió por primera vez un registro íntimo a un año del día de la desaparición del submarino. Un mensaje que Germán le dejó oculto en un video en el escritorio de su computadora el día antes de abordar.

Este jueves se cumple un año desde la última comunicación del San Juan con la Base Naval Mar del Plata, el 15 de noviembre de 2017 a las 7:30 de la mañana. El momento exacto en que 44 vidas se pusieron en pausa y muchas otras cambiaron para siempre.

Germán e Itatí se habían casado en 2014

Germán e Itatí se habían casado en 2014

Él es de Santa Fe y ella de Formosa. Se conocieron en Mar del Plata, se enamoraron, se fueron a vivir juntos. En 2014 se casaron y la Navidad de 2016 la pasaron a bordo del submarino que hoy es una pregunta en el mar. Él le dedicaba su vida a la Armada y ella a la abogacía. Pero desde la desaparición del submarino en noviembre pasado a Itatí la casa y la ciudad le quedaron grandes.

A comienzos de este año Itatí decidió mudarse a Buenos Aires. Puso en cajas  las cosas de Germán, sus colecciones, sus fotos, sus uniformes de gala y mandó todo en una encomienda a Santa Fe, a casa de sus suegros. Los recuerdos le hacían mal. Admite que se quedó con una remera, la que él tenía puesta el día que se conocieron.

Embaló muebles, libros, hizo valijas, se despidió de los amigos, de los vecinos y abandonó el barrio de Mar del Plata en el que vivían. Siguió al camión de mudanzas por la autopista con lágrimas en los ojos y con mucho miedo. Nunca había manejado hasta tan lejos, ni viajado en subte, ni se había sentido tan sola.

El 12 de julio pasado, el día del cumpleaños de Germán, se encontró trabajando en una oficina que todavía le era ajena, como la mayoría de la ciudad, rodeada de compañeros a los que apenas conocía. Se puso sus auriculares e intentó contener el llanto, pero no lo logró.

Itatí Leguizamón en su departamento de avenida Corrientes

Itatí Leguizamón en su departamento de avenida Corrientes

En momentos como ese, le cuenta Itatí a Infobae, vienen las palabras de Germán. Esas que le dejó grabadas en un video que filmó el día anterior a su partida a Ushuaia y que ella vio por primera vez cuando el submarino llevaba una semana desaparecido.

«Te quiero filmar un video por estos días que no voy a estar, para que me puedas ver, para que me puedas escuchar…», dice ella sentada en un café de avenida Callao, repitiendo las palabras de Germán, con la misma cadencia de quien susurra una oración para que le dé fuerzas. Antes lo miraba todos los días, ahora ya no le hace falta porque se lo sabe de memoria.

«Decirte (…) que te amo con todo mi corazón, que sos una persona muy valiosa, que sos una persona hermosa y que ruego a Dios que esa persona hermosa que sos la empieces de a poco a descubrir en ti misma, que tengas fuerzas, que reces, que tengas fe y que no te preocupes, yo estoy bien, haciendo lo que me gusta«, sigue diciéndole él, mirando a la cámara de su laptop, mirándola a ella.

«Cada vez que lo escucho es como si me estuviera hablando ahora», dice Itatí, que se enteró a través de un mensaje de texto de Germán hace exactamente un año esta semana, que había algo para ella en su computadora, un archivo en el escritorio titulado «Para Ita».

El video Itatí lo cuenta, se lo deja ver a Infobae en la intimidad de la entrevista, pero no que se publique en esta nota. Es de ellos, es la última vez que él le habló, que le dijo que la quería.

Germán en el ARA San Juan

Germán en el ARA San Juan

«Cada cosa en Mar del Plata me hacía acordar a él, yo quiero acordarme, yo nunca me voy a olvidar de él, pero tampoco quiero estar triste. Yo sé que no va a volver. Hay veces que me gusta pensar que está de viaje y que yo lo estoy esperando», comparte y es uno de los momentos de la charla en que la angustia le gana a la voz.

El año pasado cuando el submarino desapareció Itatí se mostró como una de las familiares más fuertes. Fue de las que más enérgicamente criticó a la Armada, a la información a cuentagotas que se daba en la Base Naval de Mar del Plata, lo que la hizo sufrir el destrato de otros allegados a los 44 tripulantes por esos días. Muchos terminarían dándole la razón. Ahora convive con un llanto que le viene de repente, cuando menos lo espera, donde menos se imagina.

«Yo no me creía capaz de venir acá, de que lo iba a poder hacer, pero lo hice pensando en que Germán está conmigo, que me está ayudando», comparte a espaldas de una ciudad en la que se siente frágil, un poco anónima, pero a la que le hace frente. En la que de a poco, va sumando caras conocidas.

Ese día de julio pasado, el del último cumpleaños de Germán, cuando el llanto le ganó la pulseada en medio de esa oficina del centro porteño, también se acuerda que sus compañeros dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se la llevaron a un café. Se esforzaron por hablar de otros temas y por hacerla reír. No lo lograron, pero admite, por primera vez en Buenos Aires, se sintió menos sola.

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